lunes, 26 de agosto de 2013

¿Es esto lo que queremos?


La última grande del año ya rueda por el norte de nuestro país. Como cada año tenemos que agradecer que por nuestras carreteras pasen los mejores corredores del mundo durante 21 días, sobre todo en tiempos en los que a cada temporada pasada perdemos carreras que su histórica importancia se convierte en humo cuando se empieza a hablar de cifras económicas. Sin embargo, la Vuelta vive en época de bonanza, al menos aparentemente. La edición del año pasado, con la lucha entre Valverde, Purito y Contador, sumado a la maravillosa resolución de este último, provocó que nuestra grande volviese a conseguir una notoriedad que hacía años que no gozaba.

Esto sin embargo es resultado de un trabajo de cambio iniciado hace ya años, cuando la dirección de la carrera advirtió que los finales en alto, especialmente los que hacían retorcerse a los ciclistas, aunque fuese solo durante unos metros, atraían al espectador masivo. El debate estaba servido entre los puristas y lo que podríamos denominar 'modernistas', defensores de este nuevo ciclismo. El hecho irrefutable es que la Vuelta triunfa y la organización, como es lógico, repite la fórmula, este año, de forma exagerada. Nos hemos hartado de oír y leer los 11 finales en alto que tiene la edición de este año, tanto telediarios como periódicos lo repiten una y otra vez como si de un triunfo se tratase.

Pero, ¿Es esto lo que queríamos?, cuando nos lamentamos de la grandeza de Giro y Tour, que se situaban año tras año por encima de nuestra carrera, ¿Pedíamos esto? El nuevo formato de carrera de tres semanas que propone la Vuelta puede llegar a triunfar un año, pero la repetición con la que nos hemos encontrado los últimos años suena a eso, a repetitivo, cansino, aburrido.
Dicen que lo hacen "buscando el espectáculo", pero si nos ponemos a revisar la Vuelta pasada nos encontraremos con que, si no llega a ser por Contador y su osadía en Fuente Dé, el "espectáculo" que vimos se puede resumir en un vídeo de 'highlights' de menos de 5 minutos. Ciclismo de YouTube que lo llaman algunos. Pocas diferencias pudimos encontrar en lo que pensabamos que era un puñado de grandes etapas.
Precisamente el último maillot rojo tuvo que buscar su éxito en un puerto de segunda categoría, de forma aislada a lo que el libro de ruta supuestamente marcaba, en una etapa que, a pesar de su final en alto, no debía marcar demasiadas diferencias.

¿Espectáculo sin diferencias?


De momento llevamos ya dos de esos once finales en alto y no nos hemos encontrado con ese espectáculo que nos prometieron, por lo menos no el espectáculo que pide cualquier aficionado de verdad a este deporte. La televisión bien se podría ahorrar 40 km de conexión que, a diferencia de Tour o Giro no dan prácticamente miga al espectador. Por supuesto que queremos espectáculo, pero espectáculo del que nos dio Alberto el año pasado, o muchos otros antes que él, los que dieron el carácter de leyenda a este deporte, diferencias, agonía recogida en decenas de kilómetros, desfallecimientos, oigan, el ciclismo es un deporte de resistencia, con estas etapas la gente únicamente guarda para el final, y así se acaban los valores. Ese espectáculo que buscamos es imposible de provocar con etapas completamente llanas y una llegada en alto o el murito de turno al final, el ciclismo se ha cimentado con otro tipo de recorridos.

Haberlas las hay, y, por ejemplo, la etapa con final en Peyragudes, con dos puertos de nivel Tour, es el camino a seguir por la organización, sufrimiento no exclusivamente agónico que únicamente valga para unos cuantos minutos en televisión, fatiga, hacer que los ciclistas teman una etapa por los metros de desnivel y no por el número de piñones que tienen que ponerle a su bicicleta el día siguiente. Y espectáculo, por supuesto, pero del de verdad.

Por supuesto que esto no es siempre posible, la Vuelta cuenta con una geografía a la que limitarse y donde no hay no se puede sacar, pero da la impresión de que se desaprovechan muchas zonas y posibles grandes etapas por meternos la nueva cuesta de cabras que Guillén y compañía han asfaltado este año. Sólo queda disfrutar con lo que tenemos, porque, a pesar de cualquier crítica, no podemos olvidar que únicamente tres países podemos disfrutar de esta calidad ciclista en nuestras tierras durante 3 semanas, y tampoco sabemos cuanto va a durar esto.

Alberto de Santos.

jueves, 22 de agosto de 2013

Algo va tremendamente mal.



Seamos francos, la desaparición de Euskaltel- Euskadi no ha sorprendido absolutamente a nadie, por lo menos, no a los que han seguido medianamente el transcurso del equipo durante el último lustro, cuando, más o menos por estas fechas pasaba siempre lo mismo; el equipo trabajaba más en las oficinas que en las carreteras. Aparecía el dilema de mantenerse o no en la máxima categoría, algo que llevó hace un año a romper una de las políticas de fichaje más admirable de todo el deporte internacional, una decisión, si me permiten, más que cuestionable. Pero el paso estaba dado, y Euskaltel, salvado; por lo menos una temporada más correrían con los grandes.

Sin embargo el tiempo nos ha confirmado que eso de correr con los grandes no te asegura convertirte en uno de ellos. A día de hoy, únicamente cuatro victorias avalaban el nuevo proyecto de Galdeano y los suyos; al gran estandarte de la de Samuel en Dauphiné se sumaban las dos de Urtasun y Lobato en Castilla y León y la del Circuito de Getxo, también del sprinter gaditano. Por supuesto que no podemos pedir siempre triunfos en las grandes carreras como ciertamente nos habían malacostumbrado estos chicos, pero el final de temporada se acercaba y estos cuatro éxitos aislados no eran suficientes, al menos para los patrocinadores, a los que la UCI les ha dado el poder de cargarse o no el ciclismo. El desencadenante era inevitable.

El sistema de puntos que idearon ya hace unos años desde la Unión Ciclista Internacional ha llegado con el caso Euskaltel al punto máximo posible de extravagancia. Un equipo que desde el principio siguió una filosofía que se sostenía en un único pilar de amor y fomento al ciclismo. Una filosofía que le ha valido para ser a día de hoy el equipo más veterano del pelotón mundial. Una filosofía que el año pasado se tuvo que amoldar a las directrices de este ridículo sistema para poder continuar en lo más alto.
Los ciclistas se convirtieron en un valor numérico y daba igual que se llamase Amets Txurruka o Iván Velasco, porque si ese valor no era suficientemente alto estabas fuera. Los fichajes que salvaron por una temporada a Euskaltel rozaban en ocasiones el bochorno, desde Serebriakov, que sólo duro dos meses en el plantel al dar positivo en Marzo hasta Tarik Chaoufi al que hace unas semanas se le despidió por "inadaptado".

La imagen con la que Euskaltel va a acabar su andadura profesional dista mucho de todo el legado que han dejado en nuestra retina durante prácticamente las últimas dos décadas; tanto el equipo como su afición, que siempre han ido en un "pack", han sido un ejemplo de como vivir y disfrutar este deporte. No habrá aficionado al ciclismo que imagine las cunetas de cualquier puerto pirenaico sin miles de personas vestidas de naranja, vitoreando a los corredores, llevasen el maillot que llevasen.
Con un pequeño tanto por ciento del presupuesto de los grandes equipos, siempre se luchó por etapas y general en cualquier gran carrera, consiguiendo victorias que hace 19 años sonarían a chiste. Roberto Laiseka, Igor González de Galdeano, Iban Mayo, Iñigo Landaluze, Samuel Sánchez, Igor Antón, Mikel Nieve... ciclistas que le deben su nombre a un proyecto, quizás algo ambicioso o insensato, pero que, quién sabe por qué, tuvo la suerte de salir adelante y darnos maravillosas tardes de ciclismo, que al final, no lo olvidemos, es de lo que trata todo esto.

Aunque probablemente sea lo primero que se viene a la cabeza, no debería ser momento de lamentación y nostalgia por los buenos momentos que todo lo que rodeaba a Euskaltel nos ha hecho pasar. Precisamente por esto, porque si el sistema que llevamos criticando tanto tiempo ha sido capaz de arrebatarnos a uno de los míticos del pelotón, es tiempo de pensar bien las cosas por parte de los que están ahí arriba, contando billetes, intentar que se paren un momento a pensar cual es el futuro que nos espera, porque si en algún momento han comprendido lo que la desaparición de un equipo así significa, y aún asi lo han dejado pasar, es que algo va tremendamente mal.

Alberto de Santos.