lunes, 10 de septiembre de 2012

Esta vez sí, Grande.


Tenemos que estar, y lo estamos, orgullosos de poder contar en nuestro país con una de las tres pruebas más importantes del panorama ciclista, solo tres naciones en el mundo cuentan con el honor. Pero para ser justos, llevamos años en los que la Vuelta a España lo único que tenía de Grande era la duración, y pese a ser tres semanas de competición, las diferencias con Giro o Tour eran cada vez más evidentes, tanto que resultaba hasta bochornoso comparar carreras en cualquier aspecto.

Continuando el modelo de los últimos años, una organización rejuvenecida ha intentado devolver la grandeza a una carrera que estaba en auténtica decadencia. Se apostó por la espectacularidad y la épica, las rampas del 30%, enésimos finales en altos, y confiando únicamente en los favoritos a la general, se arriesgó a prescindir de los mejores sprinters o de grandes corredores de segunda fila, pero, una vez acabada, podemos decir que se arriesgó, sí, pero esta vez, se ganó.

Pero a pesar de lo que haga la organización, el ciclismo lo hacen los ciclistas, y la participación este año fue el pilar básico de la carrera. Entre unas cosas y otras, diferentes casualidades han conseguido que hasta tres ciclistas en su máximo pico de forma, se retasen por el asfalto ibérico. Alejandro Valverde y Joaquim Rodríguez realizaron gestas que quizás quedaron empañadas tras la exhibición de su compatriota madrileño. El de Parets se convirtió otra vez en protagonista de la carrera, cazando tres etapas y regalando una, aguantando al mejor escalador de la última década en todos los puertos de la carrera, el murciano, tras dos años sin competir y un Tour, que pese a la alegría de Peyreagudes no salió como le hubiese gustado, volvió a demostrar el tipo de ciclista que es, quedándose tan cerca en la general que da que pensar que hubiese pasado sin el incidente de Valdezcaray que ya nos queda tan lejano. Fue el gran olvidado al final, pero no podemos obviar a Chris Froome, que, pese a quedar a más de diez minutos en la general, ha demostrado en esta Vuelta que es un superclase, alargando un punto de forma casi dos meses para luego dar todo lo que le quedaba en el depósito en esta Vuelta. 


Si los corredores de este año han sido la clave para que la Vuelta vuelva a su lugar, Alberto Contador es, sin duda, el capitán de esa escuadra. Desde el primer momento que la carretera se empinó, Alberto lo intentó, volviendo a dar espectáculo como solo el sabe, y ahí ya no paró hasta conseguir su objetivo. El destino quiso que no fuese en su terreno, la alta montaña, donde se vistiese de rojo, el de Pinto, acostumbrado a las dificultades, tuvo que superar las trabas que se le pusieron en el camino. Pero benditos obstáculos, en Fuente Dé, en una etapa de supuesta transición, Contador nos regaló una epopeya que quedará para siempre en nuestra memoria. Emocionando a todos los aficionados Alberto nos volvió a demostrar que tenemos que creer en él y en este deporte, y señalando con los dedos las 7 Grandes Vueltas que, le pese a quien le pese, ha ganado, cruzó la meta en Madrid volviéndose a sentir ciclista, sabiendo que, de momento, nada le va a obligar a frenar de nuevo su progresión para convertirse en uno de los grandes de la historia.

Se pueden mejorar muchas cosas, empezando por el marketing, que también es esencial para una correcta y óptima distribución de nuestra carrera y que es el único punto que sigue anclado en el pasado. Las críticas siempre las habrá y con el tiempo se podrán realizar recorridos más acordes a una carrera ciclista de gran nivel sin tener que excederse en recurrir a la épica, pero esta temporada nuestra vuelta de tres semanas, ha renacido, ha vuelto a ser nuestra Grande. Quizás fue la participación o quizás la espectacularidad del recorrido, y aunque probablemente fue una combinación de numerosos factores, el porqué ahora da igual, el caso es que en ciertos momentos hemos vuelto a creer en que la Vuelta a España era una grande del ciclismo, una carrera para disfrutar y de la que presumir. Estamos en el camino.

Alberto de Santos.


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